Autodidacta y apasionada, Molina comenzó a pintar desde niña, impulsada por un primer premio que despertó su vocación. Natural de La Mancha y afincada en Madrid, su obra rinde homenaje a los rincones más bellos de la ciudad que ama. Con una técnica libre y en constante búsqueda, su pintura es expresión pura, conectada profundamente con la música y la emoción. Cada lienzo es un viaje hacia la armonía y la belleza, una invitación a redescubrir la ciudad desde el alma y el color.